Seres hablantes, seres mortales, seres deseantes. Para tomar una
primera punta del ovillo que nos permita aproximarnos a entender cómo la
perspectiva psicoanalítica piensa el deseo hay que empezar por diferenciarlo de
la necesidad y de la demanda. El concepto de necesidad está fuertemente asociado a
las denominadas necesidades naturales. En los animales las necesidades son
equivalentes a instintos que se satisfacen por un objeto propio que le
corresponde. El animal tiene hambre (necesidad) y la satisface a través de
aquello que le corresponde en la cadena alimenticia por su naturaleza (objeto).
Pero en los seres humanos, atravesados por el lenguaje, esas necesidades quedan
modificadas. Nosotros no tenemos contacto directo con el objeto de una
necesidad, como ocurre en los animales; en los seres humanos, son las palabras
las que interpretan necesidades. Entonces, las necesidades tienen que ser
formuladas en palabras y en ese mismo acto, se
pierden como necesidades naturales y se transforman en demandas. Esto ocurre mucho antes de que alguien pueda pronunciar
palabras. Las demandas son interpretaciones del Otro. Para ejemplificar esto
supongamos que un recién nacido llora. En primer lugar es la “función materna”
que interpreta y dice: “tú lloras por hambre”, “tú lloras por frío”, u otras
interpretaciones; al mismo tiempo, en eso, hay demanda: “come”, “abrígate”,
“límpiate”, etc. La demanda no es demanda de objeto sino de una respuesta. Dice
Lacan que toda demanda es demanda de amor. La demanda ha quedado alienada en la
palabra en el campo del Otro. La interpretación siempre va a surgir del Otro,
que el psicoanálisis identifica con el lenguaje. Sin embargo, esas palabras,
que con sus significaciones nos interpretan, solamente pueden hacerlo en parte,
hay un resto imposible de formular en palabras o en demandas. Ese resto
imposible, eso mismo, es el deseo.
El deseo es lo que experimentamos
como insatisfacción e imposibilidad. Las demandas se expresan
en un anhelo o en las ganas de algo determinado o en las motivaciones, pero
siempre el deseo va más allá de lo que podemos alcanzar. Para el psicoanálisis,
el deseo implica un desajuste que no permite nunca una tranquilidad absoluta en
nosotros, pero, al mismo tiempo, es lo que nos posibilita seguir viviendo,
porque cuando creemos haber alcanzado lo que tanto deseamos, en un tiempo breve
se vuelve a expresar la insatisfacción que nos pone nuevamente en marcha, es
decir, nos lanza al deseo de desear. El deseo es deseo de desear.
Otra dimensión del deseo es su
imposibilidad para ser conocido. El deseo no tiene contenido. Podemos saber lo
que anhelamos, pero no podemos saber qué es lo que deseamos “en sí mismo”,
porque “en sí mismo no deseamos nada”, las palabras nunca alcanzan a nombrar el
deseo, siempre se nos escapa como la arena entre las manos. Es como decía Luca
Prodan, en una canción de Sumo: “no sé lo
que quiero, pero lo quiero ya”. En esta expresión podemos pensar la
dimensión de insatisfacción e imposibilidad, pero además, la exigencia de realización.
El deseo da cuenta de que somos
seres en falta y esa falta se produce por la entrada en el lenguaje que nunca
puede decirlo todo, y por eso ingresa la idea de mortalidad en los seres
humanos y la experiencia de no completud. La falta es lo que organiza nuestra
existencia y es lo que origina el deseo. Es por eso que hablamos de deseo
solamente en los seres humanos, es por la entrada en el lenguaje que sabemos
que morimos. El deseo surge de una experiencia del límite, de que somos seres
mortales. Hay una relación entre ser deseantes y ser mortales. Borges en su
cuento “El inmortal” presenta la vida de los inmortales como una vida en la que
se ha perdido el deseo: si fuésemos inmortales, al infinito se darían todas las
posibilidades y ya no habría deseo, no quedaría resto. Por eso la vida no es
sin la muerte. Martin Heidegger, filósofo alemán, decía: “vamos viviendo la muerte a la vez que muriendo la vida”. Lo que el
psicoanálisis llama deseo es eso que queda inarticulado en la palabra, es esa
fuerza que nos impulsa a seguir deseando y a seguir viviendo.