Una
mujer relataba una situación de celos de su pareja. Ella había recibido a
través de una red social una postal con un paisaje y una frase poética. La
pareja de la mujer comenzó a decirle que a través de un mínimo detalle en una
de las imágenes y de algunas palabras había podido descubrir un mensaje de amor
en código que le había dejado su amante. Convencido, le decía: “no soy tonto,
me doy cuenta, juntos se están riendo de mí”.
Esta
historia nos invita a pensar en los celos: ¿Los celos son intrínsecos al amor?
¿O son términos contrarios, es decir, “donde hay celos, no hay amor”? Desde la
perspectiva psicoanalítica, la respuesta requiere admitir diferentes niveles de
análisis. En general podemos decir que los celos quedan incluidos en la lógica
del amor y del deseo. Esto es así porque los celos dan cuenta de un intento de
control sobre el amor. Pero no nos resulta posible controlar lo que siente el
otro, entonces, alguna dimensión de celos estará siempre presente en el amor.
Se traduce en la pregunta insistente: “¿me querés?”, “¿me amás?”. Deseo
controlar el deseo del otro, “deseo el deseo del otro”, deseo ser deseado por
el otro. Cuando amo al otro, me amo en el otro. Entonces: ¿dónde hay celos, hay
amor? Podemos decir que sí, porque el amor tiene que ver con el “amor propio”.
Gabriel García Marquez lo expresó con estas palabras: “Te quiero no por quien
eres sino por quien soy cuando estoy contigo”.
Freud
reconoció distintos tipos de celos:
“Los celos se cuentan
entre los estados afectivos, como el duelo, que es lícito llamar normales. (…)
los tres estratos o niveles de los celos merecen los nombre de: 1) de
competencia o normales; 2) proyectados; y 3) delirantes.” (Freud, 1922)
Freud
habló de celos de “competencia” o “normales” y los comparó con los “duelos”.
Tanto en los celos como en los duelos hay dolor ante una pérdida, se trata de
una especie de afrenta al yo, lo que ocurre tiene que ver conmigo, con mi “amor
propio” (narcisismo), me afecta a mí. Porque cuando hay una pérdida, o cuando
alguien se va, se lleva parte de nuestro ser, se lleva lo que éramos cuando
estábamos juntos. Entonces, la estructura general de los celos tiene un cierto
contenido “paronoico” en el sentido de que siempre esa “sospecha” sobre el otro
tiene que ver con la “imagen de uno mismo” (narcisismo). Pensemos ejemplos:
cuando alguien descubre que su expareja ha iniciado otra relación amorosa; o
cuando hay amigos en común y se siente que hay una complicidad mayor entre los
otros; o cuando esto evoca la rivalidad fraterna, los celos entre hermanos. En
esta idea narcisística hay envidia, reproches y autoreproches, sentimiento de
traición, entre otros.
El
segundo tipo son los celos “proyectados”. En este caso, se trata del deseo de
la propia infidelidad reprimida que resulta proyectada en el otro. Le pasa a
él/ella, pero lo desconocen de sí mismos, y lo ponen afuera, en el otro/a. Por
ejemplo, muchas veces, el que más cela es el que tiene un mayor deseo de
infidelidad (aunque nunca la lleve a cabo).
En
tercer lugar, están los celos “delirantes”. Aquí podemos retomar la historia
inicial ya que se trataría de este caso. ¿Por qué es un delirio? El delirio
está en la “certeza” inquebrantable del marido de que ella lo engaña. No duda y
la mujer no tiene forma de disuadirlo. Esto se diferencia de los celos
proyectados, no estamos en un deseo de infidelidad “reprimido” y proyectado en
el otro; es delirio porque acá “falla de la represión”: directamente “ama”. En
el ejemplo del inicio, el marido (siempre en un registro inconsciente) ama al
otro, con certeza, ama a un tercero y acusa a su pareja -en este caso, la
esposa- de amarlo. Entonces, la acusa con certeza a ella de amar a otro hombre,
porque él lo ama (aunque no lo asuma). Freud asoció esta “falla de la
represión” con el “delirio”, es decir, con la forma de experimentar la
sexualidad del “celoso/a delirante”. Cabe aclarar que Freud, en el contexto del
año 1922, había llamado a los primeros “celos normales” y siguiendo esa línea
llamó a estos últimos “anormales”, sin embargo, el psicoanálisis contemporáneo
-casi cien años después- ha rechazado tajantemente la distinción entre
“normalidad” y “anormalidad” en relación a la sexualidad. Por último,
recordemos que hemos hecho referencia a “la experiencia del que siente celos”
(no a la del celado/a) y que esto no tiene nada que ver con la “realidad” del
engaño, que puede haber ocurrido o no.