El unipersonal “Se nos fue redepente” (Niní
Marshall, en 1979) nos sitúa en el velorio de Pascual, el zapatero del barrio;
el personaje, Catita, se lamenta: ¡Ay! pobre Don Pascual, flor de zapatero…
¡Ay! yo me quedé echa un yelo cuando me lo dijeron… le tenía tanto afeto, pa'mí
era más que un zapatero… ¡pa'mí era una madre!
¿Cómo es que los humanos hacemos chistes?
¿Puede otro ser viviente hacer chistes? ¿Es el chiste propiamente humano, somos
“animales chistosos”? ¿Por qué el chiste le interesa al psicoanálisis?
En primer lugar, para que haya chistes tiene
que haber lenguaje, pero no de cualquier tipo. Se dice que los animales tienen
lenguaje, por ejemplo, el psicoanalista Oscar Masotta, analiza la comunicación
entre las abejas, pero se trata de un código fijo, determinado, es decir, a un sonido
emitido le corresponde una única información como referente, por eso no puede
haber engaño o chiste, una abeja no podría comunicar que el néctar está en otro
lado del que fue encontrado. Pero eso no ocurre en el lenguaje humano. Los
humanos somos capaces de hacer chistes y los chistes dicen mucho de nuestra
humanidad. Tal es así que para Freud, la estructura del chiste es un modelo
para pensar todas las manifestaciones del Inconsciente (chistes, actos
fallidos, sueños, lapsus, síntomas), todas tienen la misma mecánica de
elaboración. En el caso del lenguaje humano, las palabras producen muchos
efectos de sentido diferentes. El chiste se produce cuando una nueva producción
de sentido rompe con aquellos que estaban establecidos, cuando una palabra
desplaza sus significados esperados hacia otros que nos sorprenden.
Cuando el psicoanalista francés J. Lacan
retoma el tratamiento del chiste que había hecho Freud, destaca que en el
chiste se pone de manifiesto una estructura de tres: a) el Otro, el lenguaje que
nos preexiste; se manifiesta en los sentidos establecidos del mundo en el que
nos hemos formado; b) un emisor; c) un receptor.
En el mundo humano preexiste un horizonte de
sentidos que tiene relativa estabilidad, una racionalidad típica en la que se
“naturaliza” un código compartido con otros, que sin embargo, no es natural
sino construido. El chiste, en su relación con el Inconsciente, pone en
evidencia que esos sentidos preestablecidos no son naturales. El chiste
requiere del reconocimiento del otro, solamente hay chiste porque se comparte
un mundo social de sentidos. El chiste descompleta la racionalidad compartida
con otros. En definitiva, solo puede reírse, como dice Bergson, “quien
pertenece a la misma parroquia”. Por eso, el chiste no es universal, aunque es
universal hacer chistes.
El chiste pone de manifiesto que las palabras
no tienen como fin comunicar o que nos entendamos en un sentido lineal y
transparente. El chiste implica que los sentidos de las palabras son
provisorios y que hablar siempre supone un malentendido, y es por esto que
seguimos hablando. Las palabras no apuntan a la comunicación sino al goce de
hablar.
Ahora bien, cabe aclarar algo muy importante, hay
un cierto contenido “oscuro” en los chistes porque, en general, se toca algo de
la humillación, la ofensa, la denigración del otro. A consecuencia de eso nos
reímos. Nos reímos porque aparece algo de lo Inconsciente: nos reímos del otro,
pero en eso, al mismo tiempo, de nosotros mismos; porque hay, a la vez, un
desconocimiento y un reconocimiento, de eso que causa risa, en uno mismo. El
cuento breve “Don Vicente, el zapatero” del escritor Santiago Varela
(disponible online), trata sobre Don Vicente, el zapatero del barrio, que era
todo un filósofo. El zapatero sabía de todo, idiomas antiguos, poesía,
Filosofía, Historia, Antropología…pero eso sí, no hacía una media suela bien ni
de casualidad.
Nos reímos porque estamos implicados y, a la
vez, lo desconocemos. Los zapateros somos nosotros. Somos esos seres que
sabemos de todo menos aquello que deberíamos saber. Pero no soy el zapatero,
aunque soy el zapatero.
Todo esto en relación también a que el
horizonte de sentidos compartidos ha establecido desde un código naturalizado
(pero no natural) qué es un zapatero. Cuando nuestros códigos se desnaturalicen
y un zapatero se asocie a la mejor madre y al mejor filósofo, se romperá el
prejuicio anterior, se hará justicia con los zapateros, nadie se reirá de
ellos, pero difícilmente viviríamos en un mundo sin chistes, porque siempre habrá
nuevos sentidos establecidos por romper, ya que en definitiva, el chiste habla
de nosotros como humanos.
Firma:
Lic. Ariel Juan Bianconi. Psicoanalista.