domingo, 26 de noviembre de 2017

El chiste, el inconsciente y los zapateros


El unipersonal “Se nos fue redepente” (Niní Marshall, en 1979) nos sitúa en el velorio de Pascual, el zapatero del barrio; el personaje, Catita, se lamenta: ¡Ay! pobre Don Pascual, flor de zapatero… ¡Ay! yo me quedé echa un yelo cuando me lo dijeron… le tenía tanto afeto, pa'mí era más que un zapatero… ¡pa'mí era una madre!
¿Cómo es que los humanos hacemos chistes? ¿Puede otro ser viviente hacer chistes? ¿Es el chiste propiamente humano, somos “animales chistosos”? ¿Por qué el chiste le interesa al psicoanálisis?
En primer lugar, para que haya chistes tiene que haber lenguaje, pero no de cualquier tipo. Se dice que los animales tienen lenguaje, por ejemplo, el psicoanalista Oscar Masotta, analiza la comunicación entre las abejas, pero se trata de un código fijo, determinado, es decir, a un sonido emitido le corresponde una única información como referente, por eso no puede haber engaño o chiste, una abeja no podría comunicar que el néctar está en otro lado del que fue encontrado. Pero eso no ocurre en el lenguaje humano. Los humanos somos capaces de hacer chistes y los chistes dicen mucho de nuestra humanidad. Tal es así que para Freud, la estructura del chiste es un modelo para pensar todas las manifestaciones del Inconsciente (chistes, actos fallidos, sueños, lapsus, síntomas), todas tienen la misma mecánica de elaboración. En el caso del lenguaje humano, las palabras producen muchos efectos de sentido diferentes. El chiste se produce cuando una nueva producción de sentido rompe con aquellos que estaban establecidos, cuando una palabra desplaza sus significados esperados hacia otros que nos sorprenden.
Cuando el psicoanalista francés J. Lacan retoma el tratamiento del chiste que había hecho Freud, destaca que en el chiste se pone de manifiesto una estructura de tres: a) el Otro, el lenguaje que nos preexiste; se manifiesta en los sentidos establecidos del mundo en el que nos hemos formado; b) un emisor; c) un receptor.
En el mundo humano preexiste un horizonte de sentidos que tiene relativa estabilidad, una racionalidad típica en la que se “naturaliza” un código compartido con otros, que sin embargo, no es natural sino construido. El chiste, en su relación con el Inconsciente, pone en evidencia que esos sentidos preestablecidos no son naturales. El chiste requiere del reconocimiento del otro, solamente hay chiste porque se comparte un mundo social de sentidos. El chiste descompleta la racionalidad compartida con otros. En definitiva, solo puede reírse, como dice Bergson, “quien pertenece a la misma parroquia”. Por eso, el chiste no es universal, aunque es universal hacer chistes.   
El chiste pone de manifiesto que las palabras no tienen como fin comunicar o que nos entendamos en un sentido lineal y transparente. El chiste implica que los sentidos de las palabras son provisorios y que hablar siempre supone un malentendido, y es por esto que seguimos hablando. Las palabras no apuntan a la comunicación sino al goce de hablar. 
Ahora bien, cabe aclarar algo muy importante, hay un cierto contenido “oscuro” en los chistes porque, en general, se toca algo de la humillación, la ofensa, la denigración del otro. A consecuencia de eso nos reímos. Nos reímos porque aparece algo de lo Inconsciente: nos reímos del otro, pero en eso, al mismo tiempo, de nosotros mismos; porque hay, a la vez, un desconocimiento y un reconocimiento, de eso que causa risa, en uno mismo. El cuento breve “Don Vicente, el zapatero” del escritor Santiago Varela (disponible online), trata sobre Don Vicente, el zapatero del barrio, que era todo un filósofo. El zapatero sabía de todo, idiomas antiguos, poesía, Filosofía, Historia, Antropología…pero eso sí, no hacía una media suela bien ni de casualidad.
Nos reímos porque estamos implicados y, a la vez, lo desconocemos. Los zapateros somos nosotros. Somos esos seres que sabemos de todo menos aquello que deberíamos saber. Pero no soy el zapatero, aunque soy el zapatero.
Todo esto en relación también a que el horizonte de sentidos compartidos ha establecido desde un código naturalizado (pero no natural) qué es un zapatero. Cuando nuestros códigos se desnaturalicen y un zapatero se asocie a la mejor madre y al mejor filósofo, se romperá el prejuicio anterior, se hará justicia con los zapateros, nadie se reirá de ellos, pero difícilmente viviríamos en un mundo sin chistes, porque siempre habrá nuevos sentidos establecidos por romper, ya que en definitiva, el chiste habla de nosotros como humanos.


Firma: Lic. Ariel Juan Bianconi. Psicoanalista.

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