Lic. Ariel Juan Bianconi
bianconiariel@gmail.com
I.
Introducción
Se presentan tres operaciones para conceptualizar la causación del
sujeto desde el psicoanálisis lacaniano. Nos centraremos principalmente en la
lectura del texto “Posición del inconsciente” (Lacan, 2008), intervención que
realizó Lacan en el Congreso de Bonneval en 1960, retomada en 1964, y publicada
en la obra Escritos 2, en 1966. El recorrido
de la lectura constará de tres instancias. En un primer momento, se hará
referencia al sujeto en tanto alienado a los significantes del Otro, es decir,
al discurso del Otro. En un segundo momento de la conceptualización, se
abordará al sujeto en tanto objeto perdido para el Otro, separado del Otro. En
el tercer momento, se considerará la transferencia del objeto que se ha sido
para el Otro, en tanto es transferido al semejante, otro con minúsculas, dando
lugar a la constitución del fantasma. Para finalizar, se introduce una
reflexión que pretende indagar si estas formulaciones fundamentales del
psicoanálisis podrían tener incidencia en otras prácticas, en el discurso
jurídico, por ejemplo, más allá de que estas conceptualizaciones han surgido en
la práctica clínica.
II.
Desarrollo
Partimos de algunas consideraciones generales. El término “sujet” (sujeto) en francés significa tema, recorte, materia, asunto, y no
hace referencia, como en castellano, a persona
o individuo. El sujeto, para el psicoanálisis, no es la persona pero
tampoco es la sociedad o un colectivo humano o una clase social. El sujeto constituye
un punto imposible, un indecidible lógico en el discurso del Otro a condición
de ser leído como tal; es la división
de dos campos: el campo del Otro y el
campo del sujeto. Esto queda expresado en la definición de sujeto dada por
Lacan (2004) en el Seminario 9 [La identificación]: “el sujeto es lo que
representa un significante para otro significante”, que es lo mismo que decir
que el sujeto es entre un S1 y un S2
de la cadena significante. En otras palabras: “El efecto de lenguaje es la
causa introducida en el sujeto” (Lacan, 2008, p. 794). Lacan enfatiza la causa material (en la resignificación de
las causas aristotélicas: eficiente, formal, material y final) asumiendo como
fundamento la materialidad del
significante. De acuerdo a lo anterior, poder ubicar un punto imposible en
un discurso es identificar el tema o
sujeto, que siempre será un recorte
parcial de lo que se habla, en tanto que el valor está no en el sentido o
en la significación de un enunciado sino en la pura parcialidad de la enunciación. Entre el campo del Otro y el
campo del sujeto “el inconsciente es entre ellos su corte en acto” (Lacan,
2008, p. 798).
Esto implica desustancializar la noción de sujeto y desarrollar una
conceptualización diferente, que Lacan denomina fórmulas de la causación del sujeto. Se trata de formalizar
operaciones fundamentales de la práctica clínica, que emergen de esa práctica y
que habilitan a hacer lecturas en relación particular a los seres hablantes
(otros).
a. Primera causación: la operación de alienación y el
sujeto falto en ser
En relación a la alienación se sostiene: “En el campo de objetos, no es
concebible ninguna relación que engendre la alienación, si no es la del
significante” (Lacan, 2008, p. 799). El sujeto no tiene un significante propio,
ya que ningún significante en sí mismo significa nada. Como se ha dicho, el
sujeto es el entre un S1 y un S2. El sujeto es falto en ser porque su
existencia le viene dada del gran Otro, u Otro con mayúsculas. La hipótesis del
Otro (la conjetura que el Otro es) surge de la necesidad de plantear que el
sujeto no puede fundarse a sí mismo, no puede darse a sí mismo su existencia.
“Efecto del lenguaje, por nacer de esa escisión original, el sujeto traduce una
sincronía significante en esa primordial pulsación temporal que es el fading [desaparición] constituyente de
su identificación. Es el primer movimiento” (Lacan, 2008, p. 795).
El campo del sujeto es la misma falta que hace de-consistir al campo del Otro. A ninguno le cabe el ser en sentido
sustancial. Así como el sujeto no tiene existencia por sí mismo, el Otro no tiene
una existencia en sí mismo tampoco, de lo contrario se volvería una divinidad
dadora de existencia a las demás cosas. Por eso, el gran Otro tiene una
anterioridad lógica con respecto al sujeto, pero no una anterioridad cronológica:
no puede haber Otro sin sujeto, ni un sujeto sin Otro. Ambos campos devienen a
la existencia por la materialidad del lenguaje. El Otro es un postulado
(conjetura) que permite alojar al sujeto en tanto falto en ser; a la vez, lo
que lo hace Otro es la dimensión de su falta, es decir, al Otro le falta un
sujeto. Por ello, discursivamente inscribe un deseo: el deseo es deseo del
Otro. Este deseo es no anónimo. No es anónimo porque implica un sujeto
singular. El Otro tiene las funciones de dar existencia (nombrar, alojar,
esperar, demandar y desear), funciones que se articulan en personas (familiares,
amigos, etc.) o instituciones (escuela, club, iglesia), sin embargo, el Otro
–en tanto simbólico- no queda subsumido en ninguna de estas figuras imaginarias
(aunque figuras eficaces del Otro).
b. Segunda operación de causación: la separación, el
sujeto en tanto objeto perdido para el Otro
En relación a la separación, retomamos la misma cita anterior: “En el
campo de objetos, no es concebible ninguna relación que engendre la alienación,
si no es la del significante” (Lacan, 2008, p.799). La separación no se da por
los significantes sino por los objetos: “Esa operación la llamaremos:
separación. Reconocemos en ella lo que Freud llama Ichspaltung o escisión del sujeto, y captaremos porqué, en el texto
donde Freud la introduce, la funda en una escisión no del sujeto, sino del
objeto (fálico concretamente)” (Lacan, 2008, p. 803).
Esta segunda operación de causación del sujeto corresponde a una
importante pregunta subyacente en el texto, que podría formularse de la
siguiente manera: ¿se puede existir por fuera de los significantes del Otro que
marcaron la entrada del sujeto en la existencia? En los primeros seminarios de
Lacan, el sujeto aparece determinado por las marcas de los significantes que
organizaron su existencia, en tanto el sujeto es falto en ser. Sin embargo, en
el escrito “Posición del Inconsciente”, Lacan ubica algo nuevo en relación a
Freud. Para Freud, el objeto propio de la
satisfacción nunca existió, y por eso, necesariamente, solo puede ser
planteado como objeto perdido. Lacan
en su lectura de la obra freudiana ubica en ese objeto perdido al mismo sujeto
en tanto objeto perdido para el Otro y causando el deseo en el Otro primordial.
En relación a esto último, la pregunta que articula la segunda causación del
sujeto, cuya operación es la separación, es: ¿puedes perderme? (apunta a la pregunta anterior: si hay
existencia “separadamente” por fuera de
los significantes que operaron en la alienación).
En palabras de Lacan: “…sin duda el “puedes perderme” es un recurso con
la opacidad de lo que encuentra en el lugar del Otro como deseo…” (Lacan, 2008, p. 803). La posición de
haber sido deseado por el Otro primordial da al sujeto la posibilidad de tener
un lugar en la existencia, pero esta vez como pérdida para el Otro. La pregunta por el “puedes perderme” apunta al lugar
opaco del deseo que es siempre en el Otro, es la posibilidad de hacerle
falta al Otro y quedar falicizado, o sea, ser un objeto valioso y querido para
el Otro. Es la pregunta que el sujeto le dirige al Otro, y la respuesta del Otro
es inconsciente, porque el Otro es opaco (está castrado), es decir, está en
falta, ya que tampoco sabe lo que quiere. Si el Otro fuese consciente, sabría
lo que quiere, y sería total la alienación. La opacidad del Otro es condición
de la separación. “Separare, separar, aquí termina en se parere, engendrarse a sí mismo” (Lacan, 2008, p. 802.). En
relación a “engendrase a sí mismo”, Lacan marca que, además de quedar ubicado
como falo (o significante de la falta
en el Otro), el sujeto es un objeto
perdido para el Otro; esto ubica las cuatro formas de objeto: oral, anal,
escópico (la mirada) e invocante (la voz). Por ello, la separación no se da por
los significantes sino por los objetos.
Es importante aclarar la diferencia entre dos conceptos: el rasgo unario y el objeto a. Una cosa es ubicar el rasgo
unario (o trazo, o S1) que es un significante
que dice qué objeto se ha sido para el Otro, dice del lugar que se tuvo en el
deseo del Otro; pero otra cosa es pensar el objeto
causa para el Otro, en términos de objeto
resto, u objeto parcial (u objeto degradado) que se ha sido, y es lo que constituye
la escena fantasmática, por ejemplo, “soy una mierda para el Otro”, en el caso
del neurótico obsesivo. El objeto causa, objeto
a, es un resto (no es un significante), es un producto del significante pero
no pertenece al orden simbólico porque es lo que el significante no
significantizó en la operatoria de alienación; es por eso que podemos pensar un
objeto que resta de la operación y
constituye la separación del Otro en tanto pérdida. Lacan ha dicho que este objeto a es su único invento.
La función del deseo materno (Otro primordial) implica la alienación;
por otra parte, la función de separación corresponde al significante
Nombre-del-Padre (Otro primordial), que permite separar al niñx del lugar de
falo de la madre; es por esto que es un objeto
degradado (perdido el lugar de falo) pero, al mismo tiempo, en esa degradación se produce un resto que lo conecta con el cuerpo materno,
por lo tanto conecta con las mociones incestuosas, algo que el superyó – Ley de
prohibición del incesto - como heredero del Complejo
de Edipo, se encargará de condenar.
Para pensar el lugar de objeto
causa, Lacan no recurre a la noción de significante sino a la de signo, tomado de la semiótica de Pierce,
quien sostiene que el signo es algo para alguien. Lacan ubica esto en el campo
escópico que permite pensar cómo fui mirado por el Otro, lo que constituye el Ideal del Yo (el rasgo unario pertenece al Ideal, no es degradado). Sin embargo,
aunque no se sabe desde dónde se ha sido mirado, esto tiene efectos en la
producción de ideales narcisísticos (Yo
ideal). En relación a lo antedicho, en un intento de respuesta a la
pregunta sobre qué objeto soy para el Otro, se ubicará un signo en el semejante (otro), es decir, una característica –una
pura parcialidad- que presenta alguien como signo del objeto que se ha sido
para los Otros primordiales, y que permite ubicar el objeto a en un otro, un semejante. Este objeto se presenta
degradado. De ese modo, se introduce la tercera conceptualización de la
causación del sujeto que implicar constituir la transferencia y el fantasma.
c. Tercera operatoria de causación: la transferencia que
constituye el fantasma y el semejante.
La transferencia es
estructural al sujeto, por eso, se la puede pensar como la tercera operatoria
de la causación del sujeto, aunque Lacan, en el texto seleccionado, no lo diga
explícitamente. Como se ha dicho antes, la transferencia
significa que el lugar de objeto a
(intento de respuesta a la pregunta sobre quién se ha sido para Otro) es
ubicado por el sujeto en el semejante, o sea, en el otro con minúsculas, a
través del cual se constituirá el fantasma
primordial. El sujeto en tanto objeto está perdido por la operatoria de la separación
y se restituye como sujeto por la vía del fantasma. En el fantasma se encuentran los dos elementos, sujeto dividido y objeto a (objeto resto u objeto perdido) de una
manera que quedan ambas dimensiones relacionadas en una escena fija y estable (rasgo
unario). Esa escena fija otorga singularidad a un goce estructural del
sujeto. El fantasma es una respuesta a
la pregunta ¿Qué me quiere? Como ya
dijimos, esto constituye las cuatro formas del semblante (oral, anal, escópica,
invocante) del objeto a, ya que en sí
mismo no es representable sino que estas cuatro formas semblantean qué ha se ha
sido como sujeto en tanto perdido para el Otro, y se reencontrará en un
semejante vía la transferencia. Esta escena fija, fantasmática, en la que el
sujeto se reconoce o queda identificado al objeto
a, se repite generando un penar de más (plus de goce). Este “penar de más”
se produce por la parcialidad en tanto negada (se sigue buscando el “todo”,
negación de la castración). Dada la parcialidad, la búsqueda se repite
generando angustia. Esta angustia del sujeto que ubica el objeto a en la relación con los semejantes, permite sacar la angustia de sí, es decir,
vincularse con otros. Es a través de esta vía, conmoviendo algo de la escena
fantasmática (en el trabajo de análisis) que se buscará “reducir el penar de
más” como respuesta o solución parcial al desamparo originario.
III.
Consideraciones
finales
En la clínica, la conceptualización anterior, tiene un alcance
fundamentalmente práctico, guía la
praxis. El análisis se sostiene por el
deseo del analista (deseo no fantasmático); de lo contrario, resultaría
difícil para el analista soportar el lugar de objeto degradado que opera en la
transferencia, y se la terminaría rechazando. Sin embargo, la reflexión final de
este breve escrito apunta a interrogar sobre un posible más allá de la clínica,
a partir de la desustancialización del sujeto y de los fundamentos del psicoanálisis
lacaniano: ¿es posible que estas conceptualizaciones puedan emplearse en otras
prácticas no clínicas? No se pretende de ningún modo derivar una teoría
jurídica, o social, o política del psicoanálisis. Se trata de un uso de la
lógica que implica. De lo contrario, las tres formulaciones conceptuales de la
causación del sujeto (tres “modalidades de existencia”) que se presentaron
correrían el riesgo de pensarse asociadas a la constitución de un individuo, o una persona, o una noción de sujeto cuya interpretación terminaría muy
cerca de esas figuras. Lo que se está planteando es que la lógica
transferencial disuelve la dicotomía individuo-sociedad. A modo de ejemplo, el
Derecho constituye un ámbito para pensar esto. Lacan lo planteó en la conferencia
de presentación del Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis” (Los cuatro
discursos), en la que vinculó la noción de discurso a la de lazo social. El
discurso implica una Ley y un orden. El discurso jurídico es también uno de los
nombres del Otro. Cabe aclarar que no incurrimos en una discusión diferente que
sería la del pluralismo jurídico, es decir, la contingencia de que el orden
jurídico sea este o cualquier otro. En esta breve reflexión, enfatizamos otro
aspecto.
La Ley, como uno de los nombres del Otro, no tiene origen, se funda en
una excepción –está en falta, es un “Otro castrado”-, sin embargo, su escena
fantasmática genera una ficción que ordena y fija. Esta escena está conmovida
en la actualidad, la Ley está devaluada, hay una pérdida de legitimidad del
discurso jurídico que nos acerca al riesgo de una ley selvática. “Un” discurso
jurídico porta el significante Nombre-del-Padre que indica una “Ley para la
ley” (quien lo ejerce está también dentro la Ley), es decir, que esa ley será
igualitaria para todos (“El padre está alcanzado por la Ley como el que más”,
dice Lacan). Esto rechaza la arbitrariedad en la ley (al estilo de la caprichosa
y paranoica ley herodiana –matar a los recién nacidos-, o la arbitraria ley
neroniana –gesto de vida o muerte-). Las operaciones fundamentales descriptas
en el desarrollo de este escrito permiten hacer lecturas en otras prácticas; se
toma, a modo de ejemplo, un debate político en el marco de la actualidad
Argentina: la proscripción como condena a la actual vicepresidenta Cristina Fernández
de Kirchner. Cristina, al decidir no hacer uso de sus fueros actuales ni buscar
fueros futuros, podría remitirnos a la figura de Antígona, tan trabajada por
Lacan, en la que la elección de la vicepresidenta no está fuera de una Ley, no
obstante, está en contraposición a otra Ley: una ley “desacreditada” (por su
arbitrariedad) contrapuesta a otra ley, que es la de una ética, en la que asume el castigo, pudiendo no hacerlo, para
defender un orden legal-legítimo (en tanto es “igual para todos”), lo que
permite desautorizar a los que hacen uso de la ley a su antojo. Sostiene:
“podrán meterme presa, pero no seré mascota del poder”. En tanto acto ético, de
corte con un poder, es un acontecimiento que instituye un sujeto (ético y
político, no una persona) que a la vez instituye un Otro, que da cuenta de una
Ley (una Ley de la ley). Es una forma de pensar la libertad posible (en tanto
“elección forzada” de fundamento contingente, y no en tanto libertad de un
individuo aislado), a la vez que de contar con una Ley, diferente a la del
poder del más fuerte, que permita plantear que “no vale todo”. En conclusión,
la desustancialización del sujeto en la teoría lacaniana, si bien no permite
derivar ninguna política partidaria ni programa político, implica una conceptualización
que permiten hacer lecturas situadas en otros campos y cuyas derivaciones
prácticas aún están por explorar.
Referencias:
-Lacan,
J. [1966] (2008) “Posición del Inconsciente”. En Lacan, J. (2008) Escritos 2, 2da. ed., Buenos Aires:
Siglo XXI Editores Argentina.
-Lacan,
J. [1969-1970] (2006) Seminario 17: El
reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Ed. Paidós.
-Lacan,
J. [1961-1962] (2004) Seminario 9: La
Identificación. Versión crítica. Establecimiento del texto, traducción y
notas de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Para circulación interna de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires.