Todos nos habremos despertado alguna vez desconcertados por un sueño
que hemos tenido y que nos ha dejado perplejos: ¡¿cómo pude soñar esto?! Cuando
soñamos experimentamos sensaciones agradables, angustiantes, sensuales,
tristes, que nos hacen sufrir o llorar, e incluso de terror como en el caso de
las pesadillas; o también puede ocurrir que se produzcan pensamientos creativos
como la resolución de una ecuación o de un problema que durante el estado de
vigilia no podíamos resolver. En los sueños también participa el cuerpo con
movimientos, y en algunos casos, se produce el sonambulismo. Sin embargo,
solemos no dar importancia a los sueños y descartarlos como meras ocurrencias,
fantasías locas, irreales, a las que sólo cabe el olvido o la anécdota.
¿Qué llevó a Sigmund Freud, a finales del siglo XIX y principios del
siglo XX, a dar importancia a los sueños, considerados “material desechable”
por la mentalidad científica de la época moderna y que incluso hoy se siguen
descartando como algo de poca significatividad?
Freud tuvo la originalidad de prestar atención a los sueños, en un
contexto en el que primaba la idea de conciencia. Sin embargo, la distinción
entre el “sueño” y la “vigilia” (la conciencia, estar despiertos)
históricamente nunca resultó tan sencilla ni evidente: ¿cómo podemos saber si
no estamos soñando en este momento? o ¿si toda nuestra vida no es más que un
sueño? Podríamos ilustrarlo con el cuento del taoísmo chino (S. IV a. C.)
recopilado por Borges: “Chuang Tzu soñó
que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era
una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”.
¿Qué hacemos cuando soñamos? ¿Cuál es la importancia de los sueños
para el psicoanálisis? En primer lugar, descartemos que los sueños tengan
significados fijos como pretenden algunas clasificaciones o que tengan algún
sentido premonitorio.
Para el psicoanálisis, el sueño es el camino más directo a la verdad
del sujeto. Freud descubre en los sueños los “mecanismos” de la mente. Pero lo
más importante es que esos mecanismos ¡son los mismos que usamos cuando estamos
despiertos! Entonces, por un lado está la idea de que los sueños tienen que ver
con cosas que nos pasan en la vida cotidiana (restos diurnos), y al mismo
tiempo, que la vida cotidiana tiene la misma operatoria que el sueño, por eso,
podemos decir que en última instancia nunca despertamos del todo. ¿Qué
significa esto? En el reino de los sueños todo es posible, no hay prohibición,
hay trasgresión, no hay temporalidad, somos niños y adultos a la vez, los
muertos viven, o estamos en dos lugares al mismo tiempo. Pero cuando “estamos
despiertos” podríamos decir que estamos en el “sueño de la conciencia”: creemos
que la conciencia es un estado de plena racionalidad, certeza, coherencia,
objetividad. Sin embargo, el “sueño de la conciencia” es una ilusión que
podemos sostener por poco tiempo, porque constantemente hay experiencias que
“nos despiertan del sueño de la conciencia” cuando nos contradecimos, dudamos,
nos equivocamos, estamos donde no queremos, decimos lo que no pensamos, hacemos
lo contrario de lo que decimos. Por lo tanto sueño y vigilia se parecen más de
lo que quisiéramos reconocer.
Para la perspectiva psicoanalítica el sueño es material privilegiado.
¿Cómo trabaja el psicoanalista? Trabaja con el “relato” del sueño. El valor del sueño está en el “cómo” es relatado
y no tanto en el contenido del sueño, ya que a través del relato es posible
escuchar algo del deseo del soñante. La tesis principal de Freud en su libro
“La interpretación de los sueños” es que en el sueño hay “realización de
deseo”. En los sueños se realiza el deseo del sujeto, pero esto no quiere decir
que se satisfaga el deseo. Los sueños tienen una doble dimensión: una que
expresa situaciones vividas durante los días previos o “restos diurnos”, unida a la dimensión de los “deseos sexuales
infantiles reprimidos” que no refieren a la edad cronológica de la niñez sino a
“una posición subjetiva” que está presente a lo largo de toda la vida y que
aparece en determinados momentos, como por ejemplo, en los sueños.
Por lo tanto, el psicoanálisis le hace un espacio importante al relato
del sueño, en tanto que el sueño tiene una verdad del sujeto que aportar. En
ellos hay una verdad, que tiene que ver con la singularidad y el deseo. En el
sueño estamos haciendo: construyendo sentidos, elaborando procesos subjetivos,
elaborando un duelo, creando, etc.
Para el psicoanálisis el estar despiertos es otra forma de seguir
soñando y soñar es una forma de continuar despiertos. La conciencia es una gran
ilusión y no cabe duda que podemos pensarla como un sueño; e incluso, si
prestamos atención a las atrocidades del mundo, a las injusticias y a las
desigualdades, podríamos concebirla como un sueño de terror, producto de que
–según la frase de Borges- nos tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos
en que vivir.