domingo, 17 de septiembre de 2017

No sabremos lo que hacemos, pero somos responsables


En la opinión corriente se suele decir que alguien es “responsable” de un acto si fue “consciente” al momento de cometerlo. Si se llegara a comprobar que ese individuo “no sabía lo que hacía” es probable que se diga que no corresponde considerarlo plenamente responsable. Entonces, en esos casos, se considera que la “responsabilidad” tiene que ver con el “saber”. Sin embargo, esto no es así para el psicoanálisis: la “responsabilidad” no tiene que ver con la “conciencia”. La “responsabilidad” está ligada a la “consecuencias” de las acciones, y no al saber sobre ellas. Ampliemos esto: a) ¿Por qué para el psicoanálisis la “responsabilidad” no queda ligada a la consciencia o al saber del individuo que actuó de modo contrario a lo esperado? b) ¿Por qué la “responsabilidad” tiene que ver con las “consecuencias” de las acciones?
a) La responsabilidad desde el “saber”: esta es la visión que rechaza el discurso psicoanalítico, ya que en definitiva nunca nadie sabe plenamente lo que hace. Freud introdujo un golpe a la idea de la “racionalidad consciente” del individuo moderno a través de la idea de “inconsciente”, es decir, mostró que no tenemos control sobre todo lo que hacemos, que a veces hacemos cosas y no sabemos por qué las hacemos, o incluso, que no podemos dejar de hacerlas aunque nos lo propongamos. Entonces, Freud sostuvo, a partir de su trabajo clínico, que los seres humanos no son totalmente conscientes, ni plenamente libres, ni tampoco individuos autónomos o aislados de los demás, como a veces se suele creer. El tema es que todo ser humano nace en un contexto de relaciones sociales que lo preceden y que lo condicionan a ser, creer, valorar o pensar de un modo particular, propio de ese contexto espacial y temporal, o de esa cultura. Entonces las diferentes culturas y las relaciones sociales producen individuos. Por lo tanto, para el psicoanálisis no somos individuos autónomos, sino que todos somos productos sociales. Por ejemplo, una sociedad violenta tenderá a generar personas violentas, es por esto que las manifestaciones de sujetos violentos tienen que ser leídas en un contexto de violencia estructural. Si una persona delinque (y la polémica se agrava si esa persona es menor), es probable que se diga que es el “único” responsable porque sabía lo que hacía. Pero faltaría considerar que esa persona es producto de relaciones sociales por lo que el Estado, o la sociedad en general, también tienen “responsabilidad” por ella, y muchas veces suele ocurrir, que el Estado que no estuvo para garantizar la educación o la salud desde su nacimiento, aparezca luego, tal vez tarde, a través de la ley, para condenarla. Pero lo más relevante de todo esto es que, más allá de los condicionamientos sociales, al mismo tiempo, todos somos capaces de influir en esas condiciones, al descontarnos en parte de las relaciones sociales y abrir la posibilidad de generar relaciones diferentes o nuevas. Entonces, lo realmente importante es aquello que nosotros hacemos con eso que hicieron de nosotros, como ha dicho el filósofo francés J.P. Sartre.
b) La responsabilidad desde las “consecuencias de los actos”: esta es la visión que propone el discurso psicoanalítico, “la responsabilidad” queda unida a las “consecuencias de las acciones” y no al saber. Las consecuencias son de dos tipos:
1. “Lo que otros hicieron de mí” (Estado, sociedad, familia, semejantes que actúan sobre mí). En este sentido “no soy responsable” de lo que “otros hicieron conmigo o de mí”. Otros serán responsables de las consecuencias que generaron, pero “yo no soy responsable” en ese sentido. Por ejemplo, alguien que ha sido maltratado durante toda su infancia no es responsable de lo sufrido. Sin embargo, hay un riesgo en tomar esto como una conclusión que es que un sujeto quede fijado a un lugar de victimización. Muchas veces las personas se instalan en el lugar de víctimas o de pasividad, sin descartar los casos en los que se buscan diagnósticos para lograr cierta cómoda posición: “esto me pasa y yo no soy responsable por ello, entonces, no tengo obligación de hacer nada”. Ante esto, el psicoanálisis propone lo siguiente…
2. “Yo hago con eso que hicieron de mí”. Aquí sí, yo “soy responsable”, es decir, tengo que hacerme cargo de lo que yo hago hoy con eso que me sucedió. Es en este sentido que el psicoanálisis ofrece un espacio de trabajo. La posibilidad de asumirnos “responsables” nos saca de la posición de enfermos o de víctimas, nos saca de una posición pasiva. Y como ya se ha dicho, para el psicoanálisis somos responsables incluso de aquellas cosas que hacemos sin ser conscientes. Volviendo al ejemplo anterior “no soy responsable” si de niño me maltrataron, pero “sí soy responsable” de lo que ahora hago con eso ocurrido, y también “soy responsable” de muchas decisiones de la vida adulta marcadas por esa experiencia “aunque yo no sea consciente” de que eso está afectando mis acciones actuales. Entonces, no soy consciente, ¡pero soy responsable! O retomando otro de los ejemplos, es posible que una sociedad violenta haya hecho de alguien un sujeto violento, sin embargo, ese sujeto es responsable de lo que hace ahora con eso que hicieron de él/ella, y dado que es activo, “no es una víctima, ni un enfermo, ni un caso perdido”, entonces tiene posibilidades de hacer algo diferente y es responsable de hacerlo. Y como puede hacerlo, debe hacerlo. Tiene la obligación de hacerlo. Debe salir de la propia victimización. Es la postura ética que plantea el psicoanálisis: hacerse responsable.


Ariel Juan Bianconi.

domingo, 3 de septiembre de 2017

La ansiedad y el aburrimiento en los niños/niñas.


¿Quién no ha escuchado, al menos en alguna ocasión, la queja de adultos que se sienten agobiados por las excesivas demandas de sus hijos? Suelen expresar que sus hijos están a la vez ansiosos y aburridos, que no paran de pedirles cosas, que todo el tiempo tienen que atenderlos, que no les queda un momento ni siquiera para ir al baño con tranquilidad.
Las demandas de los hijos hacia los adultos son permanentes. La característica de toda demanda es la “inmediatez”. Las demandas quieren ser satisfechas “ya”,  inmediatamente, y las dificultades para poder esperar o para postergar el tiempo generan un estado emocional de “ansiedad”. Por eso, manejar la ansiedad tendrá que ver con la posibilidad de “construir una espera”. ¿Qué significa eso? Como veremos, no tiene que ver con recetas ni tips para controlar la ansiedad. Por el contrario, el psicoanálisis piensa la construcción de una espera a partir de la singularidad de un acto creador.
En el escrito “Tres ensayos para una teoría sexual” de 1905, Freud plantea un concepto fundamental para entender la posibilidad de postergar el tiempo o de esperar de una manera satisfactoria. Se trata del concepto de “autoerotismo” que es la capacidad de encontrar placer en y por sí mismo. Por ejemplo, Freud lo piensa en relación al chupeteo del bebé, como capacidad de autosatisfacción sin el pecho materno o el biberón. El bebé puede estar chupando su dedo o parte de una manta, así encuentra satisfacción en él mismo y eso indica el inicio de una cierta “autonomía”, es la posibilidad de empezar a construir una separación de la madre y de postergar el tiempo de la demanda.
Este proceso de creación y de autoerotismo lo podemos relacionar con el juego. En el juego hay creación, y en la creación hay placer, es una actividad autoerótica. Esto también tiene que ver con el tiempo: cuando estamos haciendo algo que nos gusta, el tiempo prácticamente no se registra, no hay ansiedad para que eso se termine, ni tampoco hay aburrimiento. En el libro “Realidad y juego” el psicoanalista D. Winnicott señala que el niño juega sólo en presencia de un adulto. ¿Por qué esto ocurre sólo en presencia de un adulto? Significa que, en definitiva, es adulto quien pudo resolver algo de su propia ansiedad, y eso se torna una condición de posibilidad para que un niño juegue y pueda hacer algo con su propia ansiedad y aburrimiento. Entonces, la ansiedad y el aburrimiento de los niños, pone de manifiesto, en parte, la ansiedad y el tedio de la vida de los adultos. Cuando un niño demanda a un adulto ansiosamente, en ocasiones suele ocurrir que el adulto responde con más ansiedad. Al pretender que esa “tierna criaturita” se calme y ya no lo demande, al buscar inmediatamente entretenerlo con algo, suele taparlo o colmarlo de objetos del mercado. Siempre es más fácil comprar un objeto cuando un niño demanda, pero lo que el niño demanda principalmente es un adulto que esté presente sin invadirlo, que le brinde contención y le permita crear, en tanto también es un adulto creador.
Para que el objeto de juego sea placentero, y postergue el tiempo, es necesario que, en parte, implique “creación propia”, tiene que estar mediado por nuestra imaginación. Se puede ver con facilidad en los niños, por ejemplo, un palo es un caballo, la arena se torna un castillo o una pizarra para dibujar. Cuando hay ansiedad se busca un objeto tras otro, porque rápidamente aburren y se necesita reemplazarlos por otros. El filósofo Walter Benjamin dijo: “cuando más lindo es un juguete menos sirve para jugar”. La industria del entretenimiento se basa en este principio, es por eso que muchos juguetes son cada vez más sofisticados, más lindos y cada vez menos se necesita que el niño recurra a la imaginación y a la creatividad. Esos juguetes aburren rápido, enseguida se necesita pasar a otro, es así como el entretenimiento dura cada vez menos, lo cual lleva a consumir otros objetos y de ese modo el mercado del hiperentretenimiento sigue su curso.

Entonces, el objeto sirve para jugar en tanto algo de la creatividad participa de su construcción. Esto es lo que brinda a los niños la posibilidad de estar/jugar solos. Es la posibilidad de que cuando sea adulto pueda soportar algo de la soledad creadora, de la soledad del que inventa, del que se pregunta, del que piensa, del que lee, del que mira un paisaje sin llenarse de ansiedad, porque ha logrado construir una espera en sí mismo a partir de la singularidad de un acto creador.

Síntesis sobre el escrito freudiano “Psicología de las masas y análisis del yo”.

  Lic. Ariel Juan Bianconi Quiero comenzar contando la experiencia de una colega con una paciente: la analizante se quejaba de que su mari...