¿Quién
no ha escuchado, al menos en alguna ocasión, la queja de adultos que se sienten
agobiados por las excesivas demandas de sus hijos? Suelen expresar que sus
hijos están a la vez ansiosos y aburridos, que no paran de pedirles cosas, que todo
el tiempo tienen que atenderlos, que no les queda un momento ni siquiera para
ir al baño con tranquilidad.
Las
demandas de los hijos hacia los adultos son permanentes. La característica de toda
demanda es la “inmediatez”. Las demandas quieren ser satisfechas “ya”, inmediatamente, y las dificultades para poder
esperar o para postergar el tiempo generan un estado emocional de “ansiedad”.
Por eso, manejar la ansiedad tendrá que ver con la posibilidad de “construir
una espera”. ¿Qué significa eso? Como veremos, no tiene que ver con recetas ni
tips para controlar la ansiedad. Por el contrario, el psicoanálisis piensa la
construcción de una espera a partir de la singularidad de un acto creador.
En
el escrito “Tres ensayos para una teoría sexual” de 1905, Freud plantea un concepto
fundamental para entender la posibilidad de postergar el tiempo o de esperar de
una manera satisfactoria. Se trata del concepto de “autoerotismo” que es la capacidad
de encontrar placer en y por sí mismo. Por ejemplo, Freud lo piensa en relación
al chupeteo del bebé, como capacidad de autosatisfacción sin el pecho materno o
el biberón. El bebé puede estar chupando su dedo o parte de una manta, así
encuentra satisfacción en él mismo y eso indica el inicio de una cierta “autonomía”,
es la posibilidad de empezar a construir una separación de la madre y de
postergar el tiempo de la demanda.
Este
proceso de creación y de autoerotismo lo podemos relacionar con el juego. En el
juego hay creación, y en la creación hay placer, es una actividad autoerótica.
Esto también tiene que ver con el tiempo: cuando estamos haciendo algo que nos
gusta, el tiempo prácticamente no se registra, no hay ansiedad para que eso se
termine, ni tampoco hay aburrimiento. En el libro “Realidad y juego” el
psicoanalista D. Winnicott señala que el niño juega sólo en presencia de un
adulto. ¿Por qué esto ocurre sólo en presencia de un adulto? Significa que, en
definitiva, es adulto quien pudo resolver algo de su propia ansiedad, y eso se
torna una condición de posibilidad para que un niño juegue y pueda hacer algo
con su propia ansiedad y aburrimiento. Entonces, la ansiedad y el aburrimiento de
los niños, pone de manifiesto, en parte, la ansiedad y el tedio de la vida de los
adultos. Cuando un niño demanda a un adulto ansiosamente, en ocasiones suele
ocurrir que el adulto responde con más ansiedad. Al pretender que esa “tierna
criaturita” se calme y ya no lo demande, al buscar inmediatamente entretenerlo
con algo, suele taparlo o colmarlo de objetos del mercado. Siempre es más fácil
comprar un objeto cuando un niño demanda, pero lo que el niño demanda
principalmente es un adulto que esté presente sin invadirlo, que le brinde
contención y le permita crear, en tanto también es un adulto creador.
Para
que el objeto de juego sea placentero, y postergue el tiempo, es necesario que,
en parte, implique “creación propia”, tiene que estar mediado por nuestra
imaginación. Se puede ver con facilidad en los niños, por ejemplo, un palo es
un caballo, la arena se torna un castillo o una pizarra para dibujar. Cuando
hay ansiedad se busca un objeto tras otro, porque rápidamente aburren y se
necesita reemplazarlos por otros. El filósofo Walter Benjamin dijo: “cuando más
lindo es un juguete menos sirve para jugar”. La industria del entretenimiento
se basa en este principio, es por eso que muchos juguetes son cada vez más
sofisticados, más lindos y cada vez menos se necesita que el niño recurra a la
imaginación y a la creatividad. Esos juguetes aburren rápido, enseguida se
necesita pasar a otro, es así como el entretenimiento dura cada vez menos, lo
cual lleva a consumir otros objetos y de ese modo el mercado del
hiperentretenimiento sigue su curso.
Entonces,
el objeto sirve para jugar en tanto algo de la creatividad participa de su
construcción. Esto es lo que brinda a los niños la posibilidad de estar/jugar
solos. Es la posibilidad de que cuando sea adulto pueda soportar algo de la
soledad creadora, de la soledad del que inventa, del que se pregunta, del que
piensa, del que lee, del que mira un paisaje sin llenarse de ansiedad, porque
ha logrado construir una espera en sí mismo a partir de la singularidad de un
acto creador.
Muy bueno y claro! saludos!!
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