domingo, 11 de junio de 2017

¡¿Por qué nos autodestruimos?!


Los humanos, a diferencia de los animales, nos procuramos sufrimientos a nosotros mismos. En muchas ocasiones hemos tenido la experiencia de realizar acciones que nos afectan negativamente, y a pesar de darnos cuenta y de poner todo el empeño en no querer volver a repetirlas, finalmente, terminamos llevándolas a cabo. ¿Cómo explicar la tendencia del sujeto al sufrimiento? ¿Por qué a pesar de proponernos repetidas veces no volver a hacer más eso que nos denigra, lo repetimos? ¿Por qué no podemos dejar de recordar las cosas que nos hacen mal? ¿Por qué alguien puede lastimar su cuerpo? Lo más extraño de todo esto es que lo hacemos incluso sabiendo que son formas de autodestrucción. ¿Es por no haber aprendido o entendido lo que está bien o mal en la vida? El psicoanálisis dice que no, y elabora otro tipo de explicación. 

A Freud le llamó la atención la persistencia de los seres humanos en autodestruirse que parecía más fuerte de lo que los mismos pudiesen pensar o querer. En la tradición occidental, esa fuerza estaba vinculada a los denominados instintos, la parte animal de los seres humanos que debía ser controlada y educada por la razón y la voluntad, ya que dicha fuerza los impulsaría a actuar en contra de las normas de la convivencia social. En 1920, en los años posteriores a las atrocidades de la primera guerra mundial, Freud planteó en su obra Más allá del principio de placer una nueva articulación de esas fuerzas que históricamente se denominaron instintos. Por el contrario, para Freud, los humanos no somos guiados por los instintos sino por las <pulsiones>  de vida y de muerte. En los animales, los instintos son siempre de vida, tienen un objeto propio que los satisface y están regidos por el principio de placer y evitación del dolor, por ejemplo: instintos de autoconservación, instintos de pertenencia al grupo, instintos de reproducción. A diferencia de los animales, por el lenguaje, los seres humanos han perdido el objeto propio de satisfacción, la pulsión puede satisfacerse por cualquier objeto en una acción placentera o dolorosa. De acuerdo a esto, Freud plantea que los seres humanos pueden encontrar satisfacción en algo que no tiene que ver con el bien ni con el placer del individuo. Lo más revolucionario para el pensamiento de la época de Freud y aún en nuestros días, es el concepto de <pulsión de muerte>. ¿Qué significa esto? En primer lugar, señalemos que no tiene que ver con la muerte del final de la vida. Por el contrario, Freud va a conceptualizar la idea de la pulsión de muerte como inherente a la vida, la vida es consecuencia de la pulsión de muerte. La idea de pulsión de muerte en Freud está unida a la compulsión a la repetición, el hecho de que repetimos en contra de nuestra voluntad una serie de acciones o conductas que no querríamos hacer, son acciones automáticas que no podemos dejar de hacer aun cuando nos proponemos evitarlas. Cabe aclarar que esto no se da desde un plano consciente. Conscientemente buscamos el placer y evitamos el displacer, pero lo que plantea el psicoanálisis es que inconscientemente la pulsión busca la satisfacción en aquello que es displacentero, en el sufrir, en la autodestrucción del individuo. Freud se pregunta: ¿por qué la pulsión de muerte es autodestructiva? La pulsión de muerte busca una satisfacción plena, que paradójicamente coincidiría con la muerte, o sea, una dimensión sin ningún tipo de tensión, una satisfacción total, pero esta plenitud es imposible para los humanos, siempre tendrán satisfacciones parciales, algo que llevará a la pulsión a un nuevo acto de repetición, pero será un nuevo acto fallido en tanto que no se logra la deseada plenitud. Por ejemplo, es la lógica del que apuesta en el juego de azar, es por esto que Freud dice que el jugador juega para perder, la satisfacción inconsciente está en perder. En la vida humana no se dio ni se dará la satisfacción total, porque siempre habrá fallido, destrucción y pérdida, y la vida humana está en “saber-hacer” con esas pérdidas. La pulsión de muerte es autodestructiva, y como consecuencia, es creativa. Sólo es pensable en la vida humana, porque precisamente esa pulsión de muerte hace posible la vida humana. La autodestrucción es condición para que se pueda construir una vida en el deseo, en la lucha, en la construcción de un sentido. La vida humana no se construye desde la nada, se construye como consecuencia de la autodestrucción. No es que elegimos sufrir, no es algo intencional, pero el sujeto es responsable de estos actos inconscientes que lo destruyen al ser interpretados como realización de un deseo. En esos actos se juega el deseo y la posibilidad de articular algo nuevo para la vida: esa insistencia en buscar el paraíso que nos lleva a desear y a vivir-morir todos los días un poco. 

2 comentarios:

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