“Me
miro al espejo, las arrugas surcan mi cara, casi no conozco mi rostro, mis ojos
parecieran conservar una luz que no se ha perdido, tengo 82 años. Cierro los
ojos. Quedo en silencio y en la oscuridad del momento me pregunto ¿qué edad
tengo? Me siento sin edad…”
Coexisten
varios tiempos entremezclados, el tiempo del calendario, el de las marcas en el
cuerpo, el tiempo experimentado subjetivamente y muchas otras formas.
¿Quién
no ha escuchado decir hoy en día que lo único importante es el presente y
disfrutar el momento actual? ¿Quién no ha escuchado la frase “al pasado tenés
que soltarlo”? Sin embargo, ¿y si fuera el pasado el que no te suelta?
Hay
muchas formas de entender el tiempo. Se suele criticar al psicoanálisis con el
prejuicio de que induciría siempre a hablar del pasado: “¿Para qué quiero
hablar del pasado, cuando el problema lo tengo en el presente?”. Pero la
clínica psicoanalítica lo piensa de otro modo, trabaja con dos tiempos que
coexisten:
-“Tiempo
cronológico”: es el tiempo lineal que consideramos avanzando sucesivamente
desde atrás hacia adelante, desde el pasado hacia el presente y el futuro. Se
mide en meses, años, u otras escalas. Este pasado se presenta inmodificable. Es
el tiempo del calendario y del reloj. Es el tiempo de las representaciones que
se van acumulando como historia identitaria del yo, como historia personal.
-
“Tiempo interpretado (no cronológico)”: invierte lo anterior, se trata de una
temporalidad hablada, construida desde el presente hacia atrás. Piensa el
pasado como una construcción desde el presente. Es el tiempo de la clínica
psicoanalítica. Por eso, hablar del pasado es siempre una lectura que se hace
desde el presente. El pasado no es lo que fue, sino lo que puede llegar a ser
retroactivamente.
Por
ejemplo, un campeón de ciclismo cuenta su pasado y destaca que desde muy
pequeño ya andaba en bicicleta,
organizaba carreras, etc. Sin embargo, muchos de nosotros anduvimos en
bicicleta desde niños, pero si alguien nos preguntara por nuestro pasado,
difícilmente lo destacaríamos, quizás ni mencionaríamos el día en el que aprendimos
a andar en bicicleta. Desde el presente triunfal del campeón de ciclismo se construye
su pasado ciclista. El acontecimiento del triunfo es una “causa en el presente”
que genera un “efecto de pasado” que consiste en interpretar marcas como
importantes (andar en bicicleta desde chiquito) y olvidar otras (por ejemplo,
que cocinaba bizcochos). Luego, ese tiempo del acontecimiento recibe un “orden”
cuando lo contamos de modo cronológico o lineal, que es como solemos hablar
(desde el pasado hacia el presente), y en apariencia la historia se despliega
desde el andar en triciclo hasta el campeonato. Incluso, a veces, ese relato
toma la forma del destino, es decir, aquello que siempre estuvo ahí, casi
innato, y que sólo debía ser o fluir. Por el contrario, para el tiempo de la
clínica psicoanalítica, se trata de una interpretación, de una construcción. Este
ciclista hoy tiene 82 años, hace 20 años que ya no anda en bicicleta, momento
en el que emprendió una Escuela de Chef. Hace poco le hicieron una entrevista y
destacó que desde chiquito ya cocinaba unos ricos bizcochos. Su destino era ser
chef. ¡Cuántos destinos en este hombre! ¿O será que no hay destino y que los
destinos son interpretaciones?
En
relación a lo anterior, el psicoanálisis distingue el “yo” del “sujeto”. El yo
es corpóreo y es el que relata su vida linealmente, desde atrás hacia adelante;
el sujeto es “falto en ser”, es acontecimiento, es lo que marca cortes o
rupturas en la historia de vida, y es la posibilidad de resignificar el pasado,
de tener muchos pasados y muchos destinos. Por lo tanto, el psicoanálisis no
supone una historia única, supone historias.
“….Mantengo
mis ojos cerrados, tengo 82 años, la muerte está tan lejos…abro mis ojos y lo
veo claramente: es hora de dejar de ser soltero y hablar con ella, creo que mi
destino siempre fue formar una familia…recuerdo que desde chiquito jugaba con
mi vecina…me distraje con destinos falsos, andar en bicicleta me lo impuso mi
abuelo y cocinar era lo que le gustaba a mi madre, a mí nunca me gustó tanto…”
En
el análisis (siempre en presente) se irá produciendo un pasado en nuestro viaje
al futuro. El pasado viene del futuro.
Por
eso es importante hablar del pasado, porque en ese hablar se produce. Por eso,
también, es imposible dejarlo, soltarlo. En palabras de J. Hassoum, en la obra
“Los contrabandistas de la memoria”, lo que la clínica psicoanalítica propone es
marcar rupturas con el pasado para mejor reencontrarlo.
Publicación
en el diario El Sureño, de la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego.
Karina
Giomi y Ariel Bianconi.