domingo, 29 de octubre de 2017

¿Por qué es importante hablar del pasado?


“Me miro al espejo, las arrugas surcan mi cara, casi no conozco mi rostro, mis ojos parecieran conservar una luz que no se ha perdido, tengo 82 años. Cierro los ojos. Quedo en silencio y en la oscuridad del momento me pregunto ¿qué edad tengo? Me siento sin edad…”
Coexisten varios tiempos entremezclados, el tiempo del calendario, el de las marcas en el cuerpo, el tiempo experimentado subjetivamente y muchas otras formas.
¿Quién no ha escuchado decir hoy en día que lo único importante es el presente y disfrutar el momento actual? ¿Quién no ha escuchado la frase “al pasado tenés que soltarlo”? Sin embargo, ¿y si fuera el pasado el que no te suelta?
Hay muchas formas de entender el tiempo. Se suele criticar al psicoanálisis con el prejuicio de que induciría siempre a hablar del pasado: “¿Para qué quiero hablar del pasado, cuando el problema lo tengo en el presente?”. Pero la clínica psicoanalítica lo piensa de otro modo, trabaja con dos tiempos que coexisten:
-“Tiempo cronológico”: es el tiempo lineal que consideramos avanzando sucesivamente desde atrás hacia adelante, desde el pasado hacia el presente y el futuro. Se mide en meses, años, u otras escalas. Este pasado se presenta inmodificable. Es el tiempo del calendario y del reloj. Es el tiempo de las representaciones que se van acumulando como historia identitaria del yo, como historia personal. 
- “Tiempo interpretado (no cronológico)”: invierte lo anterior, se trata de una temporalidad hablada, construida desde el presente hacia atrás. Piensa el pasado como una construcción desde el presente. Es el tiempo de la clínica psicoanalítica. Por eso, hablar del pasado es siempre una lectura que se hace desde el presente. El pasado no es lo que fue, sino lo que puede llegar a ser retroactivamente.
Por ejemplo, un campeón de ciclismo cuenta su pasado y destaca que desde muy pequeño  ya andaba en bicicleta, organizaba carreras, etc. Sin embargo, muchos de nosotros anduvimos en bicicleta desde niños, pero si alguien nos preguntara por nuestro pasado, difícilmente lo destacaríamos, quizás ni mencionaríamos el día en el que aprendimos a andar en bicicleta. Desde el presente triunfal del campeón de ciclismo se construye su pasado ciclista. El acontecimiento del triunfo es una “causa en el presente” que genera un “efecto de pasado” que consiste en interpretar marcas como importantes (andar en bicicleta desde chiquito) y olvidar otras (por ejemplo, que cocinaba bizcochos). Luego, ese tiempo del acontecimiento recibe un “orden” cuando lo contamos de modo cronológico o lineal, que es como solemos hablar (desde el pasado hacia el presente), y en apariencia la historia se despliega desde el andar en triciclo hasta el campeonato. Incluso, a veces, ese relato toma la forma del destino, es decir, aquello que siempre estuvo ahí, casi innato, y que sólo debía ser o fluir. Por el contrario, para el tiempo de la clínica psicoanalítica, se trata de una interpretación, de una construcción. Este ciclista hoy tiene 82 años, hace 20 años que ya no anda en bicicleta, momento en el que emprendió una Escuela de Chef. Hace poco le hicieron una entrevista y destacó que desde chiquito ya cocinaba unos ricos bizcochos. Su destino era ser chef. ¡Cuántos destinos en este hombre! ¿O será que no hay destino y que los destinos son interpretaciones? 
En relación a lo anterior, el psicoanálisis distingue el “yo” del “sujeto”. El yo es corpóreo y es el que relata su vida linealmente, desde atrás hacia adelante; el sujeto es “falto en ser”, es acontecimiento, es lo que marca cortes o rupturas en la historia de vida, y es la posibilidad de resignificar el pasado, de tener muchos pasados y muchos destinos. Por lo tanto, el psicoanálisis no supone una historia única, supone historias.
“….Mantengo mis ojos cerrados, tengo 82 años, la muerte está tan lejos…abro mis ojos y lo veo claramente: es hora de dejar de ser soltero y hablar con ella, creo que mi destino siempre fue formar una familia…recuerdo que desde chiquito jugaba con mi vecina…me distraje con destinos falsos, andar en bicicleta me lo impuso mi abuelo y cocinar era lo que le gustaba a mi madre, a mí nunca me gustó tanto…”
En el análisis (siempre en presente) se irá produciendo un pasado en nuestro viaje al futuro. El pasado viene del futuro.
Por eso es importante hablar del pasado, porque en ese hablar se produce. Por eso, también, es imposible dejarlo, soltarlo. En palabras de J. Hassoum, en la obra “Los contrabandistas de la memoria”, lo que la clínica psicoanalítica propone es marcar rupturas con el pasado para mejor reencontrarlo. 

Publicación en el diario El Sureño, de la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego.

Karina Giomi y Ariel Bianconi. 

domingo, 15 de octubre de 2017

¿Qué ves cuando me ves?


La pregunta del título, reconocida por una famosa canción, expresa una inquietud que está presente en nuestras vidas: otros ven algo de mí que no puedo ver por mí mismo. Es que no puedo mirarme a mí mismo sino a través del espejo de la mirada de los otros. En la película Kaos (1984) un hombre vuelve a la casa de su infancia e imagina un diálogo con su madre fallecida. El hombre no llora por ella, porque la imagina viva, y dado que él la puede pensar, ella vive en su recuerdo. Sin embargo, llora por él: “Yo lloro porque tú no puedes pensarme a mí. Cuando estabas sentada aquí, yo decía: si ella desde la distancia me piensa, yo estoy vivo para ella, y eso me sostenía y me confortaba…ahora que tú estás muerta y ya no me piensas más, ¡ya no estoy vivo para ti…y no lo estaré nunca más!”. En cuanto ella ya no está para pensarlo, él ha perdido parte de su existencia. Algo de esto experimentamos muchas veces cuando sentimos la necesidad de que a alguien le importe cómo estamos, qué hicimos, o incluso pequeñas cosas de nuestra cotidianeidad.
Para el psicoanálisis es fundamental la idea de que la existencia nos viene del reconocimiento de los otros. Nos vemos en la mirada de los otros. Por ejemplo, un recién nacido puede “ver” pero su “mirada” se organizará a partir de la mirada de los otros.
Hay diferentes tipos de miradas que otorgan existencia y marcan la vida: 
-“La mirada que aprueba”: es la que nos otorga reconocimiento, nos apacigua, nos alienta, nos ubica en el tiempo y el espacio, nos gratifica. Por ejemplo, reparemos en las fotos que circulan en distintas redes sociales en espera de al menos un “me gusta”. En esa práctica, a la que estamos tan habituados, se expresa la necesidad de ser vistos para existir. Parafraseando a Descartes podríamos decir: “me ves, luego existo”.
-“La mirada que lastima”: es la mirada que inhibe, que paraliza, que humilla, que censura, que discrimina. La mirada de los otros puede ser muy cruel. Si bien es cierto que vivimos en una época donde se remarca que no nos debe importar lo que los otros piensen de nosotros o cómo nos miran; sin embargo, en el fondo hay una imposibilidad de que eso no nos afecte en algo, ya que, en parte, no podemos prescindir totalmente de esas miradas. Sin embargo, también es cierto que cabe la posibilidad de defendernos ante ellas y/o de minimizarlas.
-“La indiferencia, la no mirada”: es cuando los otros ven sin mirarnos, sin registrarnos, sin detenerse. Lo habremos experimentado: la indiferencia nos deja sin existencia en tanto nos tornamos un objeto para los otros. Ante eso, uno no puede ni siquiera defenderse. Entonces, nos volvemos trasparentes para los otros. Cuando nos falta la mirada de los otros nos sentimos perdidos, nos percibimos como un fantasma para nosotros mismos. 
Finalmente, cabe aclarar algo importante. Para el psicoanálisis, la mirada es siempre una interpretación que encierra intrínsecamente una dimensión de “paranoia” (persecutoria): siempre se trata de lo que yo “creo” que el otro ve en mí. Entonces, sólo cabe interpretar, y por eso mismo, los otros me ven de una manera a la cual no podré acceder nunca completamente. Siempre será una interpretación, un supuesto, una incógnita. Esto deja una puerta abierta para el error, para el malentendido o el equívoco. Hay un abismo entre los otros y yo, que es infranqueable. Uno nunca podrá ponerse totalmente en el lugar de los otros, éstos constituyen un límite.
En definitiva, los otros, en tanto nos miran, visten nuestra desnudez existencial, nos ven como nunca podremos vernos y eso hace que siempre dependamos de su mirada. Por eso, la mirada que nos da existencia propia, en el mismo acto, nos la quita, porque quedamos existiendo para otros. En palabras del filósofo francés, J. P. Sartre: “Soy poseído por el prójimo; la mirada ajena modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo produce como es, lo ve como yo no lo veré jamás. El prójimo guarda un secreto: el secreto de lo que soy”. Entonces “¿Qué ves cuando me ves?” implica una respuesta imposible. En ese misterio, nunca sabré realmente quién soy. 

Lic. Ariel Juan Bianconi. Psicoanalista.

domingo, 1 de octubre de 2017

¡La culpa no es de tu mamá!


La propia vida se recibe de otros, de nuestros padres, es un don que genera una deuda simbólica impagable. Esa deuda imposible de pagar, inevitablemente, funda un sentimiento de culpa propiamente humano. Por eso, ese sentimiento de culpa inconsciente es anterior a cualquier acto, no tiene que ver con haber cometido alguna acción reprochable. Todos los seres humanos tratamos de saldar esta deuda para no sentirnos culpables, tratamos de desculpabilizarnos, y lo hacemos desde diferentes posiciones inconscientes:
1.“Echarle la culpa a otro”: desde esta perspectiva se suele echar la culpa a otros como modo de aliviar el propio sentimiento de culpa. Esta posición también incluye a los que trabajan por hacerle sentir la culpa al otro, para que el otro entre en deuda y poder así manipularlo. Un ejemplo: en el primer relato de la película “Relatos Salvajes”, el psiquiatra (uno de los pasajeros) le dice al piloto del avión (ex-paciente), Gabriel Pasternak, que está dispuesto a estrellar el avión con todos sus pasajeros: “…vos sos una víctima, la culpa es toda de tus padres que te exigían demasiado…”. La escena termina con el avión dirigiéndose contra una pareja de ancianos. En la película se filtra un prejuicio que se suele atribuir al psicoanálisis que es la idea de que siempre culpabiliza a los padres, esto es una caricatura errónea. 
2.“Tratar de saldar la deuda”: desde esta posición se entra en una tarea imposible, obsesiva, infinita, que es el intento de saldar la deuda. Freud relacionó esto con la idea de “superyó” o conciencia moral que nos llena de mandatos y nos amenaza con el sentimiento de culpa. Entonces, se busca por todos los medios cumplir con esos mandatos para no sentir la culpa. Por ejemplo, Freud habló de la vida de los santos, cuanto más virtuosos eran más culpables se sentían, porque el “superyó” opera del siguiente modo: “cuanto más se lo obedece, más exige”. También en relación a esta posición, Freud identificó una culpa que antecede al delito, es decir, es posible que alguien cometa un delito para dar cuenta de esa culpa anterior y recibir castigo, para que la culpa tenga sentido. 
3.“No sentir culpa”: es el mandato de la cultura actual “no te sientas culpable”, especie de mandato “perverso” ya que lo propio de la perversión es no sentir culpa. En el campo de la perversión alguien puede llorar por miedo a ser castigado, no porque sienta culpa de lo que hizo.
        El psicoanálisis identifica estas tres posiciones diferentes que tienen en común la pretensión de evitar la culpa, por el contrario, el psicoanálisis invita a no evitar la culpa, ya que la culpa da cuenta del deseo. 
4.“La culpa da cuenta del deseo”: el deseo es del Otro (del don recibido de la Vida) y es siempre inconsciente. El deseo proviene de lo que supuestamente desearon que yo sea, de las expectativas de lo que yo debería ser, de lo que es mandado por el Otro con mayúsculas. La culpa está en no satisfacer ese deseo del Otro con el que estoy en deuda. Al no pagar hay una dimensión propia que no se entrega al Otro. El sentimiento de culpa da cuenta de que, en parte, se renunció a pagar la deuda con el Otro, porque, en cierto modo, se acepta que esa deuda por la vida es impagable y por eso también se acepta soportar algo de la culpa de no cumplir con el Otro. Entonces para poder tener vida propia se debe asumir algo de la culpa por no responder. Tener vida propia, separarse, descontarse de lo establecido, ir más allá de lo que estaba pautado para mi vida, no es sin soportar algo de la culpa. Genera culpa cortar con los vínculos parentales, con las exigencias de los hijos, con los mandatos sociales, con lo que se espera de nosotros. Se trata de soportar algo de la culpa por no responder. Voy a quedar en falta, no voy a ser lo bueno que se esperaba. Algo se tiene que perder. El psicoanálisis no apunta a culpabilizar a los padres ni a la persona analizante, ni a desculpabilizarlos, ni a calmar la culpa. Apunta a interrogar al que se siente culpable, a ponerle palabras a ese sentimiento, para que pueda establecer algo de lo propio sin quedar tomado totalmente por el deseo del Otro.  
Firma: Lic. Ariel Juan Bianconi. Psicoanalista.

Síntesis sobre el escrito freudiano “Psicología de las masas y análisis del yo”.

  Lic. Ariel Juan Bianconi Quiero comenzar contando la experiencia de una colega con una paciente: la analizante se quejaba de que su mari...