domingo, 15 de octubre de 2017

¿Qué ves cuando me ves?


La pregunta del título, reconocida por una famosa canción, expresa una inquietud que está presente en nuestras vidas: otros ven algo de mí que no puedo ver por mí mismo. Es que no puedo mirarme a mí mismo sino a través del espejo de la mirada de los otros. En la película Kaos (1984) un hombre vuelve a la casa de su infancia e imagina un diálogo con su madre fallecida. El hombre no llora por ella, porque la imagina viva, y dado que él la puede pensar, ella vive en su recuerdo. Sin embargo, llora por él: “Yo lloro porque tú no puedes pensarme a mí. Cuando estabas sentada aquí, yo decía: si ella desde la distancia me piensa, yo estoy vivo para ella, y eso me sostenía y me confortaba…ahora que tú estás muerta y ya no me piensas más, ¡ya no estoy vivo para ti…y no lo estaré nunca más!”. En cuanto ella ya no está para pensarlo, él ha perdido parte de su existencia. Algo de esto experimentamos muchas veces cuando sentimos la necesidad de que a alguien le importe cómo estamos, qué hicimos, o incluso pequeñas cosas de nuestra cotidianeidad.
Para el psicoanálisis es fundamental la idea de que la existencia nos viene del reconocimiento de los otros. Nos vemos en la mirada de los otros. Por ejemplo, un recién nacido puede “ver” pero su “mirada” se organizará a partir de la mirada de los otros.
Hay diferentes tipos de miradas que otorgan existencia y marcan la vida: 
-“La mirada que aprueba”: es la que nos otorga reconocimiento, nos apacigua, nos alienta, nos ubica en el tiempo y el espacio, nos gratifica. Por ejemplo, reparemos en las fotos que circulan en distintas redes sociales en espera de al menos un “me gusta”. En esa práctica, a la que estamos tan habituados, se expresa la necesidad de ser vistos para existir. Parafraseando a Descartes podríamos decir: “me ves, luego existo”.
-“La mirada que lastima”: es la mirada que inhibe, que paraliza, que humilla, que censura, que discrimina. La mirada de los otros puede ser muy cruel. Si bien es cierto que vivimos en una época donde se remarca que no nos debe importar lo que los otros piensen de nosotros o cómo nos miran; sin embargo, en el fondo hay una imposibilidad de que eso no nos afecte en algo, ya que, en parte, no podemos prescindir totalmente de esas miradas. Sin embargo, también es cierto que cabe la posibilidad de defendernos ante ellas y/o de minimizarlas.
-“La indiferencia, la no mirada”: es cuando los otros ven sin mirarnos, sin registrarnos, sin detenerse. Lo habremos experimentado: la indiferencia nos deja sin existencia en tanto nos tornamos un objeto para los otros. Ante eso, uno no puede ni siquiera defenderse. Entonces, nos volvemos trasparentes para los otros. Cuando nos falta la mirada de los otros nos sentimos perdidos, nos percibimos como un fantasma para nosotros mismos. 
Finalmente, cabe aclarar algo importante. Para el psicoanálisis, la mirada es siempre una interpretación que encierra intrínsecamente una dimensión de “paranoia” (persecutoria): siempre se trata de lo que yo “creo” que el otro ve en mí. Entonces, sólo cabe interpretar, y por eso mismo, los otros me ven de una manera a la cual no podré acceder nunca completamente. Siempre será una interpretación, un supuesto, una incógnita. Esto deja una puerta abierta para el error, para el malentendido o el equívoco. Hay un abismo entre los otros y yo, que es infranqueable. Uno nunca podrá ponerse totalmente en el lugar de los otros, éstos constituyen un límite.
En definitiva, los otros, en tanto nos miran, visten nuestra desnudez existencial, nos ven como nunca podremos vernos y eso hace que siempre dependamos de su mirada. Por eso, la mirada que nos da existencia propia, en el mismo acto, nos la quita, porque quedamos existiendo para otros. En palabras del filósofo francés, J. P. Sartre: “Soy poseído por el prójimo; la mirada ajena modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo produce como es, lo ve como yo no lo veré jamás. El prójimo guarda un secreto: el secreto de lo que soy”. Entonces “¿Qué ves cuando me ves?” implica una respuesta imposible. En ese misterio, nunca sabré realmente quién soy. 

Lic. Ariel Juan Bianconi. Psicoanalista.

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