Uno
de los conceptos centrales en el discurso psicoanalítico es el de Inconsciente.
Una idea cotidiana que circula sobre el Inconsciente es que es <lo opuesto>
a la Consciencia: se dice que el Inconsciente es “algo oculto”, “algo escondido
dentro de la cabeza” o lo “sub-consciente”,
lo que estaría “debajo de la consciencia”.
Estas afirmaciones frecuentes están basadas en la difusión corriente de algunas
lecturas de los textos freudianos por parte de distintos seguidores. Aquí nos
centraremos en la interpretación que hizo el psicoanalista francés Jacques
Lacan (1901-1981) sobre el concepto de Inconsciente en Freud, interpretación que
se diferencia ampliamente de esas ideas que circulan cotidianamente.
Para
Lacan, el Inconsciente que plantea Freud <no es lo opuesto> a la Consciencia. El Inconsciente es una
hipótesis que a Freud le permite pensar el
malestar. A finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX Freud piensa
el Inconsciente a partir de lo que sus pacientes <dicen> sobre sus propios malestares, principalmente en mujeres con
manifestaciones orgánicas: parálisis, cegueras, tics nerviosos, alucinaciones,
fobias y principalmente, angustia. Freud toma eso que dicen sus pacientes como
síntomas. Ante estos síntomas o discursos sobre el malestar, han surgido
diversos intentos de respuesta. Por un lado, podemos agrupar aquellos enfoques
centrados en la <Consciencia>, y por otro, el discurso psicoanalítico,
centrado en el <Inconsciente>.
En primer lugar, analicemos la respuesta por
la Consciencia. Es común escuchar que ante determinados problemas las propuestas
de solución apuntan a la “concientización”,
por ejemplo: “los jóvenes tienen que
estar informados y saber qué cosas les hacen bien o qué cosas les hacen mal”
o “los adultos, los padres, los
educadores deben generar conciencia de tal o cual situación”, y así podríamos
hacer una lista muy larga de todo aquello de lo que tenemos que ser conscientes.
La idea de Consciencia implica “entrar en
razón” y “La Razón” se supone igual
para todos: se supone que todos los seres humanos razonan de la misma manera, y
que, si son racionales, deben ser conscientes de lo que les hace bien y de lo
que les hace mal, al mismo tiempo que, se supone, buscarán equilibrar su situación
dentro de la normalidad e intentarán evitar lo patológico (enfermedad). En
buena medida, los programas de prevención (contra el consumo de drogas o el
contagio de VIH, etc.) están pensados en esta lógica de la concientización. Son
muy importantes esas campañas, especialmente por la información que brindan;
sin embargo, como todo, tienen limitaciones, también fallan o resultan
insuficientes. Es posible observar que en muchas ocasiones, a pesar de toda la
información que se tenga, y de que se esté consciente de cuánto perjudica algo,
se continúa reiterando la acción. Todos tendremos experiencia de habernos
propuesto metas, objetivos, conscientemente racionales, y sin embargo, fallar
en el intento de cambiar hábitos, conductas, formas de ser. Un ejemplo claro es
el tabaquismo: las imágenes terribles en las cajas concientizan sobre efectos
dañinos para la salud y a pesar de eso se sigue fumando. Para pensar esto, un
punto clave es que en las propuestas de concientización la información es
general, para todos y para cualquiera. Las consignas de formar consciencia están
pensadas para “un destinatario común”, es decir, una generalización en
base a una visión homogénea y unificada de lo normal y lo patológico. Estas
limitaciones de la concientización abrieron la posibilidad de pensar el
malestar desde otra perspectiva.
Analicemos
ahora el planteo del Psicoanálisis. Lo Inconsciente está relacionado con
nuestros propios síntomas. Para los psicoanalistas, el síntoma no significa
patología o enfermedad; el síntoma es lo que cada uno manifiesta como aquello con
lo que “no puede”: mi alcoholismo (no “el” alcoholismo, no “todos”
los alcohólicos), mi adicción al
trabajo (no “la” adicción al trabajo), mi
fobia al avión, etc., o todo aquello que
<cada uno nombra como su propio síntoma o malestar>. El concepto de
Inconsciente implica que no hay dos fumadores iguales o dos alcohólicos iguales,
y que lo importante es pensar qué lo hace fumar o alcoholizarse a <este> sujeto que se pregunta por su
condición.
Al
mismo tiempo, el Inconsciente tiene que ver con un límite, queda articulado
como aquello que “nos descuenta” de
lo que “se debe” (o de lo que es común
o normal) según los ideales de cada época. Es cierto que no hay época sin
síntomas ni sin malestar, como dijo Borges: “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”;
sin embargo, el malestar siempre se expresa en relación a una singularidad, al contexto de a una historia singular (a la cual no es
aplicable ninguna receta). Lo Inconsciente es la posibilidad de una
singularidad construida en las experiencias vividas en cada historia, por ejemplo,
alguien que no tiene posibilidades de viajar en avión no va a tener fobia a
volar.
De
acuerdo a lo anterior, para el Psicoanálisis lo que existe es la <pura singularidad>. Esto no debe
confundirse con el planteo cotidiano de que cada uno es “único e irrepetible”. Tampoco es la singularidad en el sentido de una
diferencia relacional con los otros, por ejemplo: “me diferencio de mi padre en el carácter”; o la idea relativista de
que todos somos diferentes. Esta singularidad de la que hablamos es la “pura diferencia”: es la
diferencia con uno mismo, en tanto que nunca soy el mismo cuando comienzo a
hablar, no soy el mismo de ayer ni seré el mismo mañana, algo que tampoco puedo
prever. En palabras de Borges: “Quizá
haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser
también enemigo de mis opiniones”. Nunca podrá aferrarnos completamente
una clasificación, siempre algo sobra o falta, es como Freud piensa el Inconsciente,
aquello que se escapa a lo clasificable, contable, medible, programable.
Por
otra parte, algo muy importante que cabe destacar es que, para el
Psicoanálisis, al mismo tiempo que expresan un malestar, esos síntomas “se necesitan” (al menos en ese momento
singular de la vida de cada uno) porque son los que, a la vez, construyen un
sentido y permiten soportar la vida. El síntoma es una manera dolorosa de
articulación de un deseo. En definitiva, Lacan interpreta que lo Inconsciente
para Freud es un “no” a perder la
singularidad. Donde otros ven una patología común, el Psicoanálisis puede
escuchar un “deseo singular”. Es por
esto que podemos hablar del “elogio de lo
Inconsciente”.
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